Entre los trastornos del sueño o los problemas más comunes con el insomnio está la flexibilidad del organismo para soportar disminuciones del sueño y la comprensión de que el sueño es la expresión máxima del reposo pero no la única manera de descansar (el reposo relajado tiene efectos reparadores maravillosos), debería servir como una idea positiva para aquellas personas que padecen insomnio por los complejos trastornos del sueño, los que entran en el círculo vicioso del insomnio.
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Trastornos del sueño, el círculo vicioso del insomnio
Estas personas son aquellas que desde el momento en que se acuestan están pensando desesperadamente en dormirse,(esto puede convertirse en un trastorno del sueño grave) lo cual es la mejor manera de alejar la posibilidad de conciliar el sueño.
Para ellos, el ver que no consiguen dormir supone un aumento de su deseo ansioso de dormir pensando en la fatiga que tendrán al día siguiente, lo que provoca una mayor imposibilidad de hacerlo creando un gran problema con los sueños reparadores.
Entran en un círculo vicioso en el que cuanto más quieren dormir menos consiguen que el sueño les domine. En la noche siguiente, el recuerdo del trastorno, supone volver a colocarse ante el sueño con el mismo temor y, de esta forma, se convierten en los individuos menos queridos por Morfeo.
Lo intentan todo, se levantan, leen un rato, fuman, dan vueltas, cuentan ovejitas y no paran de dar vueltas a su trastorno del sueño y el deseo de dormir. Al fin, agotados se duermen, pero esta situación se les repite a lo largo de muchas noches si es que la falta de sueño de la noche anterior no les protege o no consiguen corregir su defecto o trastorno del sueño.
Ya se han visto algunas de las consecuencias de la ausencia selectiva de uno u otro de los dos tipos de sueño. Si esta falta de sueño es relativa, es decir la disminuimos en dos o cuatro horas durante un período de tiempo, de, por ejemplo, una semana; en general, el rendimiento no tiene merma apreciable.
Esta es una situación muy conocida por muchas personas que en determinadas épocas de su vida han de dedicar un tiempo menor a su sueño. Si se les pregunta si se encuentran cansadas o tienen dificultades en llevar adelante su trabajo, contestarán la mayoría que no. Esta es, desde luego, una respuesta que resulta de una auto observación simple. Y es por lo tanto un principio de trastorno grave del sueño.
Lo cierto es que, aunque no se noten marcadamente los efectos de la ausencia parcial de un sueño normal -y esta normalidad varía para cada individuo- hay una merma de nuestras facultades.
De todas formas y, sobre todo para aquellas personas que son muy culpables de su insomnio o de un dormir de mala calidad porque se lo buscan con su modo de vida, hay que subrayar que debería caracterizar a sus noches una normalidad en los horarios y el relajamiento que procure un equilibrio en la proporción de los diversos estadios y ciclos de su dormir. Sólo así sacarán un rendimiento suficiente de él.
Ningún estado del hombre, ni siquiera el de enamoramiento qué alguien llamó estado de imbecilidad transitoria, se han prestado tanto al misterio y a la poesía como el del sueño.
Su semejanza con la muerte, el sueño eterno, y su relación con el ensueño, como algunos psiquiatras han llamado al fenómeno psíquico (y biológico) del soñar para distinguirlo del dormir, han hecho de este fenómeno tan natural, protagonista de numerosas leyendas, supersticiones y literatura tanto vulgar como científica.
LOS TRASTORNOS DEL SUEÑO SÍNTOMAS Y TRATAMIENTO
¿Es necesario dormir?
La ciencia dispone hoy de un caudal de conocimientos y conceptos suficientes para explicarnos qué es, porqué nos dormimos y qué ocurre durante el sueño. A la luz de estos conocimientos el sueño ha dejado de ser algo misterioso y, si conocerlo puede servir para conciliarse con él, tanto que gana la persona curiosa que lea estas páginas y no esté ansioso por saber inmediatamente las causas del insomnio que, a lo mejor, padece.
Empecemos por enterarnos de por qué nos dormimos.
Años de experimentación y estudios, han llevado al hombre a saber muchas cosas, no todas porque la ciencia no ha dicho ni dirá nunca su última palabra, sobre los mecanismos que conducen a su organismo y mente al estado de sueño.
Los resultados de estos esfuerzos han ido haciendo abandonar aquellas teorías anteriores al comienzo de la era cristiana que explicaban el tipo de sueño por la acumulación de sangre en las venas o las más modernas que giraban en torno a cambios en la circulación sanguínea en el cerebro como causa del dormir.
A la altura de nuestro tiempo, se conoce ya la existencia de unos centros localizados en nuestro cerebro que regulan la vigilia y el sueño y se entienden bastante bien los mecanismos nerviosos y vegetativos que conducen al dormir.
Así, se sabe que en nuestro sistema nervioso, equivalente a una central y redes de comunicación en nuestro interior por las que se transmiten la información y las órdenes que aseguran el buen funcionamiento del organismo y la buena relación del individuo con el exterior, existe un sistema (el sistema activador reticular) cuya misión es controlar el estado global de la actividad del sistema nervioso.
Este control incluye el de los estados de vigilia y sueño y, al menos, parte de nuestra capacidad para dirigir la atención hacia zonas especiales de la mente consciente.
Este sistema, actúa a modo de enlace muy particular entre los vigilantes situados en el interior y la periferia de nuestro organismo y los cuarteles generales, localizados en el cerebro, donde se organiza la actividad que preserva la vida del individuo.
Estos vigilantes son unas células especializadas, repartidas en número de millones por todo el interior y el exterior del organismo, y encargadas de transmitir información sobre los estados de los órganos o las condiciones del ambiente externo.
Ellas son quienes transmiten la información que nos permite ver, oír, gustar, palpar, saber si tenemos hambre o nos duele la muela y mil detalles más. Y de la cantidad de informaciones (impulsos) que transmiten, depende, en gran parte, la actividad de esa zona enlace a la que estimulan.
Esta estimulación del sistema activador reticular por esos impulsos, tiene como resultado un aumento de la actividad de los centros superiores y, a su vez, el aumento de actividad de esos centros, influye en el del sistema reticular, con lo que una vez excitado éste, es más fácil que su actividad se mantenga.
Cuando ésto sucede, el aumento de actividad del sistema reticular, eleva el tono muscular de todo el cuerpo y acelera el trabajo de muchos de nuestros órganos. Como estos cambios provocan una alerta mayor en los vigilantes, éstos envían más información (más impulsos) al sistema con lo que, como se ve, el mecanismo se va alimentando a sí mismo una vez que el sistema reticular ha recibido el mínimo de impulsos necesarios para su activación.
En esencia, lo descrito corresponde al despertar. En el dormir ocurre lo contrario. La disminución del número de estímulos ambientales que los vigilantes han de recoger supone una merma del número de impulsos que llegan hasta el sistema reticular. Con ello, al disminuir su actividad, desciende la actividad de la corteza y entramos en el umbral del sueño.
Se comprende que la realización de las actividades diferentes de búsqueda y asimilación y descanso, hayan de producirse en las condiciones más favorables.
En el nivel animal humano, ésto significa que el hombre ha adaptado sus períodos de trabajo y descanso a los ritmos de luz y de oscuridad, al día y a la noche. Esto podría hacer pensar que lo natural (excepto cuando el insomnio nos ataca) en el hombre es trabajar de día y descansar de noche.
Insomnio y el ciclo nictemeral
No andan muy equivocados quienes piensan que es así, pero hay que introducir una matización: ese ritmo de vigilia-sueño ligado al de noche-día (llamado nictemeral), no es obligatorio.
Como ha podido ver nuestro extraterrestre visitante, cuando los períodos de luz pudieron ser aumentados con el descubrimiento del fuego, primero, y de la luz de gas y eléctrica después, y cuando las necesidades sociales lo exigieron, el hombre se salió de ese margen del día y de la noche y adaptó su ciclo vigilia-sueño a una periodicidad diferente.
La razón de que tal cosa haya podido ocurrir es que, tomando como ritmo fundamental, el dormir humano sigue la influencia de un reloj fisiológico interior antes que la de los grandes ritmos cósmicos entre los que se encuentra el del día y la noche. Lo que importa no son estos sucederes cósmicos ese reloj interior dependiente del cerebro, que regula nuestro ciclo de vigilia-sueño
Y aquí, un inciso para explicar unas nociones de nuestra biología que, por su importancia en la comprensión del funcionamiento del organismo, son indispensables para entender el dormir y sus porqués.
El sistema nervioso vegetativo o autónomo, es el que guía y regula las actividades viscerales (de los órganos internos) del organismo. Este sistema está dividido en dos, generalmente opuestos: el simpático y el parasimpático.
La mayor parte de las vísceras reciben “órdenes” para su funcionamiento procedentes de ambos sistemas que, en general, ejercen efectos antagónicos en ellas, de manera que si el simpático estimula un órgano, el parasimpático lo inhibe.
Ese antagonismo corresponde a la oposición entre movimiento y reposo, entre actividad y descanso.
Si el parasimpático estimula las actividades “reparadoras” del organismo, tales como la digestión o la asimilación, el simpático tiende a detener estos procesos y prepara el organismo para la actividad (atención insomnes:el problema acecha…).
Su misión es poner al organismo en situación de defensa y, bajo su acción, ocurren una serie de cambios fisiológicos que permiten al animal estar dispuesto a la acción y generan los ritmos del sueño.
Basta recordar lo que nos ocurre cuando esperamos una agresión para comprender algunos de esos cambios: respiración entrecortada y rápida, aceleración del pulso y aumento de la atención y la tensión.
Ritmos del sueño y el ciclo parasimpático
Bajo la acción del parasimpático, todos esos procesos fisiológicos tienen un signo contrario y experimentamos una sensación de paz y tranquilidad junto a un respirar sosegado, un pulso lento, y un estar relajado.
Este sistema, el autónomo o vegetativo, tiende, a través de sus dos divisiones a ejercer un efecto sobre todo el organismo, dándole en cada momento un tono general, simpático o para- simpático.
Reguladas por esos sistemas, todas las funciones biológicas tienden a un ritmo constante y cualquier alteración de ese ritmo debida a nuestra voluntad -o ajena a ella- produce un desequilibrio orgánico cuyas consecuencias pueden ser graves.
Por supuesto, no todos esos ritmos pueden ser alterados a voluntad o serlo fácilmente. El hombre es demasiado estúpido y las condiciones en que se desenvuelve la vida demasiado difíciles como para que, si así ocurriera, nuestra existencia estuviese asegurada por muchos años.
Sin embargo, algunos ritmos como el del sueño-vigilia o el del comer sí que son alterables fácilmente. De ahí la facilidad con que jugamos con ellos.
Volviendo otra vez a coger hilo que ha quedado suelto, si no es el ritmo nictemeral el que realmente importa, sino ese reloj biológico que regula nuestro ciclo vigilia-sueño, no hay que despreciar esos ritmos que nos rodean.
Nuestros ritmos biológicos están relacionados con esos otros que hemos llamado cósmicos: los del día y de la noche, los climáticos y estacionales y los que dependen de los cambios de latitud o de altura. Esta relación es la de adaptación del individuo al medio.
Nuestro organismo adapta sus ritmos a los que le rodean, fundamentalmente, al nictemeral.
La definición de sueño y el sueño en si, es una característica de la vida del hombre. El sueño y el insomnio, está presente en toda sustancia viva, para la que hay una sucesión periódica, rítmica y regular de movimiento y de descanso. No quiere ello decir que para todas las formas de vida los ritmos sean iguales.
Podemos hacer una escala desde el ciclo vegetal en el que la sucesión de los estados de actividad y de reposo sigue el de las estaciones (lo mismo que algunos animales que observan un letargo estival o invernal), hasta los ritmos de día y noche que siguen algunos animales vertebrados y el hombre.
Ciclos de reposo e Insomnio, definición de sueño
Pero, ¿qué es el sueño en esa sucesión de estados de movimiento y reposo? . La respuesta es algo que se desprende de la observación común: el sueño no es más que el descanso llevado al máximo de su expresión.
El por qué del dormir, la regulación de la aparición rítmica del sueño es la forma más específica de la capacidad general de toda sustancia viviente para acoger un estado de reposo y desconectar, en cierta forma,sus relaciones con el exterior temporalmente.
Y, puesto que esa capacidad es tanto mayor cuanto más desarrollado es el sistema nervioso del ser vivo, es el hombre el animal que mejor dispone de ella y, como verá, el que peor la utiliza, desembocando en ocasiones en el insomnio que estudiamos.
En resumidas cuentas, el dormir de los hombres, como el de los animales que le siguen en jerarquía o el “sueño vegetal”, es el mejor modo que éstos tienen de descansar del trabajo que durante el período de actividad han desarrollado.
Los biólogos y unos científicos con nombre más moderno, los llamados etólogos, asocian éstas fases diferentes a la búsqueda de alimento y a la asimilación de ésta una vez conseguido junto a la recuperación de las energías gastadas en su obtención.
Esto vale claramente para el animal cazador y el hombre cazador o agrícola,, dependientes ambos de un contacto directo con la naturaleza.
Vale también, en cierto modo, para el hombre moderno de la sociedad industrial puesto que, en general, el trabajo equivalente en esta sociedad a la búsqueda de comida es seguido de un descanso con similar periodicidad.
En cuanto a la química,l a actividad del sistema reticular está también influida por los cambios humorales (oxígeno, carbónico, hormonas, etc).
Estos cambios son otro factor importante entre los que influyen en el ritmo vigilia-sueño. Basta ver, para comprenderlo, que podemos dormirnos en las condiciones más inverosímiles si estamos suficientemente cansados. Y si no, recordemos a aquel que se dormía de pié o el que metió la cara en el plato de puré al caerse dormido sobre él.
¿La química como origen del sueño?
Esta observación ha hecho pensar a algunos investigadores que la causa de nuestro dormir podría estar en el aumento de toxinas que se acumulan en los músculos como resultado del trabajo del organismo durante el período de actividad y que son la razón del cansancio muscular. Tanto éstas, como otras sustancias de disgregación, producidas en el transcurso de la actividad intelectual o física, han sido invocadas para explicar por qué dormimos.
Según estas teorías, el sueño serviría para la eliminación de estas sustancias. Un hecho palmario viene a contradecir la bondad de estas explicaciones. Todos sabemos que no hace falta dormir para eliminar la acumulación de esas sustancias.
Basta con un período de reposo físico e intelectual para eliminar el cansancio que provocan. Hace falta relax, pero no necesariamente dormir, aunque el dormir, como grado máximo del descanso, sea la mejor forma de recuperarnos de las fatigas del trabajo.
Muchos otros elementos han sido considerados causantes del sueño: el colesterol, las hip nosxinas, etc. Una teoría conectada con la anterior descrita, la metabólica, trata de explicar el sueño como un estado producido por la acción de las sustancias generadas en el desarrollo de los fenómenos vitales.
Otra teoría, la hormonal, pretende la determinación del sueño por la secreción hormonal de las glándulas endocrinas y para la actividad de las hormonas. Esta observación es muy similar a la que hacen los que sostienen la teoría de la circulación cerebral cuando tratan de explicar el sueño por la disminución de la circulación sanguínea y la menor afluencia de sangre al cerebro.
En ambas surge la misma pregunta que las invalida como explicaciones suficientes: ¿quién es anterior: el huevo o la gallina? ¿es el sueño un estado por el que se produce una secreción hormonal o la disminución del riego sanguíneo, o son éstos últimos fenómenos los causantes del sueño? .
Lo cierto es que no se ha encontrado nada seguro para aceptar esas teorías, como tampoco se ha hallado una sustancia que juegue un papel importante en la producción del sueño.
Los trabajos de investigación más recientes han dirigido la búsqueda de ese factor humoral responsable del sueño por entre el mismo sistema nervioso. Los resultados apuntan hacia unas células nerviosas (neuronas) distintas y presentes en diferentes zonas del sistema nervioso que serían responsables de la vigilia unas y del sueño otras.
Un problema que los investigadores del sueño se vienen planteando es si el ritmo nictameral del sueño-vigilia que actualmente tenemos es el más adecuado o, dicho en otros términos, si el ritmo nictameral del sueño es natural o adquirido.
No hay duda de que hasta que el hombre ha podido disponer de medios de iluminación adecuados, el día fue el tiempo dedicado a la actividad y la noche al reposo. Este ritmo impuesto por las circunstancias externas ha podido convertirse en un ritmo adquirido, sin que sea el más adecuado a nuestra naturaleza.
¿El ritmo nictameral del sueño es el mejor?
Para poder responder a esta pregunta se han realizado experiencias consistentes en colocar a las personas, que se han prestado para esta prueba, en una situación atemporal.
Durante un tiempo que, según los casos, oscilaba entre 5 semanas y 4 meses, el probando en cuestión vivía en un apartamento especialmente diseñado: una pequeña habitación de trabajo, un dormitorio y un baño. La iluminación era artificial y el habitáculo estaba insonorizado.
El probando, naturalmente, no disponía de reloj a fin de que no supiera la hora del día o de la noche en que se encontraba. Ocupaba el tiempo en las cosas que quería, para lo cual disponía de libros, música, juegos, etc. Lógicamente, no podía tener radio o televisión, pues su atemporalidad se perdería. La mayor parte de sus constantes estaban monitorizadas: temperatura, presión arterial, glucemia, concentración plasmática de las principales hormonas, etc.
También estaba conectado a un electroencefalógrafo. El probando distribuía el tiempo a su gusto y se iba a la cama cuando quería. Huelga decir que, antes del aislamiento, los probandos también fueron monotoriza- dos durante varios días para tener un patrón con el que comparar los posibles cambios que originaría la independencia del ritmo día-noche.
Los resultados han demostrado que determinados ciclos, que en condiciones de vida normal son circa- dianos, cuando el sujeto pierde la noción de la sucesión día-noche dejan de serlo, y esto —entre otros— sucede con la temperatura y el ritmo vigilia-sueño.
Así, la mayor parte de los probandos alargan la jornada retardando entre 30 y 60 minutos cada día la hora de marcharse a dormir. Y si en condiciones normales nos vamos a la cama cuando la temperatura corporal se encuentra en fase de descenso, en los sujetos sin distinción de día y noche no siempre se da esa relación.
Sin embargo, se ha observado un hecho curioso e importante para conocer los mecanismos / del sueño: cuando los probandos se acostaban en la fase de disminución de la temperatura, la duración del sueño era de 6 a 7 horas; en cambio, cuando lo hacían en la fase de ascenso, próxima la temperatura a alcanzar su máximo, el sueño duraba unas 14 horas.
Esta relación entre la duración del sueño y la fase del ciclo de temperatura permanecía estable e independiente de la necesidad de sueño del sujeto.
El sueño, como se ha visto en un artículo anterior, es un fenómeno biológico complejo, lo cual hace pensar ya a priori que la regulación del ritmo vigilia-sueño depende de varios factores y que intervienen diversos centros.
Primeras hipótesis de como se regula el sueño.
Una de las primeras hipótesis acerca de los factores que inducen el sueño fue la de Dubois, a comienzos de siglo. Este autor atribuyó gran importancia al ácido carbónico, un producto del metabolismo que, a lo largo del día, aumentaría su nivel en el sistema nervioso central y daría lugar al sueño.
En la actualidad sabemos que, aunque continuamente producimos carbónico —y en especial cuando se realiza un ejercicio físico intenso—, este gas se elimina fácilmente por la respiración y, en condiciones normales, no aumenta su concentración en sangre.
Otros productos del metabolismo también se han considerado como hipnógenos, es decir, productores de sueño: el ácido láctico, las leucomainas y, en general, las denominadas hipnotoxinas.
Factores humorales.
Más recientemente se ha venido a confirmar que, en el plasma de sujetos que han pasado largo tiempo en vigilia, existen sustancias hipnógenas. Esta confirmación la obtuvieron Monnier y Koller (1963) mediante un experimento de circulación cruzada en conejos, que consiste en hacer que la sangre del cuerpo de uno de los animales irrigue la cabeza del otro animal y viceversa.
Estos autores pudieron comprobar que el animal que no había dormido, cuya sangre irrigaba la cabeza del conejo que sí lo había hecho normalmente, inducía el sueño en este último; en cambio, con el conejo que no había dormido sucedía lo contrario: al recibir su cabeza la sangre del que había dormido, permanecía en estado de vigilia.
De esta experiencia Monnier y Koller sacaron dos conclusiones: que hay una sustancia hipnógena que se produce en el estado de vigilia y que hay unos centros nerviosos que responden a esa sustancia. La experiencia siguiente de ambos autores fue dializar el plasmo (concentrar la sustancia hipnógena) de conejos que no habían dormido e inyectarlo a conejos despiertos, consiguiendo producir en éstos el sueño.
Naturalmente, los pasos siguientes se han dirigido a investigar cuál o cuáles son esas sustancias hipnógenas. La búsqueda se orientó hacia aquellas conocidas con el nombre de neurotransmisores que intervienen estimulando o inhibiendo determinados centros nerviosos.
Cuando farmacológicamente se inactiva la serotonina, por ejemplo, se produce un insomnio casi total y, para corregirlo, basta administrar este neurotransmisor. En la actualidad se piensa que la serotonina, más que por una acción directa sobre el sueño, actúa favoreciendo la síntesis o la liberación de un factor hipnógeno, responsable del sueño profundo y del sueño MOR. Un efecto contrario al de la serotonina se obtiene con la administración de noradrenalina que provoca una reacción de alerta.
Recientemente, Krüger y colaboradores (1985) han extraído de la orina humana el factor S (de sleep: sueño), que es un péptido muranílico con una potente acción hipnógena.
Otro factor inductor del sueño, producido por el propio organismo, es el denominado abreviadamente DSIP (delta sleep inducing peptide: péptido inductor del sueño delta). Se trata de un decapéptido que, inyectado por vía endovenosa, aumenta la duración del sueño, especialmente del sueño profundo, y durante el día no persiste la somnolencia tan frecuente con otros inductores.
La existencia de estos factores hipnógenos producidos por el propio individuo explica una parte del mecanismo por el que se produce el sueño, pero no todo. Es necesario conocer también los centros nerviosos sobre los que actúan tales factores.
Centros nerviosos que regulan el sueño.
En el descubrimiento de los centros nerviosos que se hallan implicados en la regulación del ritmo vigilia-sueño ha ocurrido lo que suele ser frecuente en todos los descubrimientos: se ha ido avanzando gradualmente. Los primeros pasos se dieron mediante estudios realizados en autopsias.
Un médico francés, el doctor Gayet, tuvo que asistir a un paciente de 28 años (1875) que padecía una encefalitis crónica y, a consecuencia de ella, se encontraba en una situación de sueño casi continuo.
Al fallecer, se le practicó la autopsia y se comprobaron lesiones en la sustancia gris central. El razonamiento que se hizo el doctor Gayet fue el siguiente: si la alteración de la sustancia gris central produce sueño, quiere decir que esta parte del sistema nervioso es la responsable del estado de vigilia y sobre ella deben actuar los hipnóticos.
A unos resultados parecidos a los de Gayet llegó Von Economo en 1929. Este médico alemán tuvo ocasión de realizar bastantes necropsias en individuos fallecidos a causa de encefalitis letárgica, aparecida como consecuencia de una epidemia de gripe.
Los pacientes con encefalitis letárgica, como su nombre hace suponer, se encontraban en una situación permanente de sueño profundo, próximo al coma. Las lesiones que Von Economo encontró en el cerebro se localizaban —como en el caso de Gayet— en la sustancia gris central y también en la región hipotalámica anterior.
A las observaciones anatomopatológicas siguieron los estudios experimentales. Entre los primeros, siguiendo un orden cronológico, hay que citar los de Ramson (1929), quien pudo observar que los monos con destrucción bilateral del hipotálamo en su porción posterior presentaban una marcada somnolencia.
Esta parte del hipotálamo se comportaba, pues, como uno de los centros responsables del estado de vigilia. En 1935 Bremer, neurofisiólogo belga, quiso comprobar el efecto de la desconexión del cerebro de los centros nerviosos que recogen la mayoría de los impulsos sensoriales.
Comenzó por desconectar, en gatos, el encéfalo de la médula espinal. Con esta operación conseguía evitar que llegaran al cerebro los impulsos sensoriales que penetran por la médula espinal y que corresponden a la sensibilidad del cuerpo.
Sin embargo, en los gatos con el “encéfalo aislado” no se alteró el ritmo vigilia-sueño. La siguiente experiencia consistió en realizar la desconexión a un nivel más alto, en el punto donde el tronco del encéfalo se une al cerebro. De esta forma no sólo se impide que llegue al cerebro la sensibilidad general del cuerpo, sino también la de la cabeza y la del oído.
Los gatos con el “cerebro aislado” caían en un sueño profundo continuo. La conclusión de Bremer era que, en el primer caso, la sensibilidad que llegaba a la corteza cerebral —aunque se hubiera suprimido la sensibilidad general del cuerpo— resultaba suficiente para que el animal se mantuviera despierto; en el segundo, con la supresión de la sensibilidad que llega a través del tronco del encéfalo, la corteza cerebral no recibía el suficiente flujo de estímulos para que se mantuviera el estado de vigilia.
En definitiva, Bremer venía a deducir que el sueño y la vigilia dependen del nivel de estímulos que recibe la corteza.
Unos 14 años más tarde (1949), las experiencias de Moruzzi y Magoun parecían dar al traste con la hipótesis de Bremer. Estos autores, estimulando mediante unos electrodos la formación reticular del tronco del encéfalo, pudieron observar una notable activación de la corteza cerebral, de tal manera que si la estimulación se hacía cuando el gato estaba dormido, éste se despertaba. Lindsley, un año después, hizo el experimento inverso: en vez de estimular destruyó, lo más selectivamente que pudo, la formación reticular.
El resultado fue que los animales con esa destrucción quedaban sumidos en un sueño profundo. La conclusión de estas experiencias era evidente: la formación reticular tiene una función activadora de la corteza cerebral y, por ello, es responsable del estado de vigilia.
Entonces, ¿qué papel juegan los impulsos sensoriales a los que Bremer atribuía la vigilia? La respuesta es: un papel muy importante. En efecto, si la formación reticular se encarga de activar la corteza cerebral, la formación reticular, a su vez, se activa por los impulsos sensoriales que recibe.
Posteriormente a los trabajos de Moruzzi y Magoun se ha podido comprobar que ésta recibe conexiones directa o indirectamente de todos los órganos sensoriales. Actuaría, pues, como una dinamo que se carga por su conexión con la red sensorial y se descarga sobre la corteza cerebral.
Ahora bien, una vez que se han ido conociendo con mayor detalle las conexiones de la formación reticular se ha podido comprobar que su función, con relación al ritmo vigilia-sueño, no es como la de un todo único, sino que hay núcleos reticulares que favorecen la vigilia y otros el sueño. Esto lo pusieron ya de manifiesto las experiencias de Batini (1959) y Moruzzi (1960), que consistieron en seccionar el tronco del encéfalo a diferente altura.
Cuando la sección la practicaron en el tercio medio del puente (inmediatamente por delante del origen aparente del nervio trigémino, que recoge la sensibilidad de la mayor parte de la cabeza), la situación de los gatos era de vigilia casi continua. Esto resultaba muy llamativo, puesto que Bremer con una sección ligeramente más craneal obtuvo el efecto opuesto.
En relación con esta cuestión, algunos directores de hospitales norteamericanos se han llegado a preocupar por la posible merma de la capacidad asistencial de los médicos residentes en los días de guardia, durante los cuales no pueden dormir varias horas seguidas. Esto llevó a Deacouson y colaboradores (1988) a estudiar tal problema en un amplio grupo de residentes.
El período de estudio fue de 19 días y en el 80 % de las noches ningún residente pudo dormir 4 horas seguidas.
Tras el examen de éstos con una batería de tests para objetivar su capacidad de vigilancia visual y auditiva, la coordinación rápida ojo-mano, la capacidad de razonamiento y de abstracción, llegaron a la conclusión de que el rendimiento de esos residentes era normal. Esta experiencia está en la línea de aquellas en que la privación del sueño ha sido sólo parcial. La ordenación de las mismas ha sido variada.
En unos casos, como en el de Freeman, se hicieron secuencias de noches con 4, 6, 8 y 10 horas de sueño, repetidas siete veces; en otros casos, los sujetos durmieron sólo 4 horas durante varios días seguidos.
Los resultados de todas estas experiencias han venido a demostrar que el rendimiento físico e intelectual de los individuos con privación parcial del sueño no presenta diferencia con respecto al de esas mismas personas en un período en que su sueño tiene una duración normal.
Todo lo que acabamos de exponer viene a indicarnos que el sueño, aun siendo importante, no es tan vital que, cuando hayan transcurrido varias noches sin dormir o se haya dormido menos tiempo, aparezcan considerables alteraciones en nuestro organismo.
Una contraprueba la tenemos en que las alteraciones, provocadas por la falta de sueño, rápidamente desaparecen en cuanto el insomne duerme el tiempo que necesita.