Todos tenemos experiencia de la rapidez con que se olvida lo soñado. Los sueños que perduran suelen ser aquellos que han ido acompañados de un fuerte componente emocional.
Esta facilidad para el olvido de lo soñado se ha estudiado en bastantes personas.
En 46 casos de 54 se acordaban, pero sin detalles, de que habían soñado durante la noche; 9 personas, entre 11, despertadas 5 minutos después de iniciarse el sueño MOR, se acordaban, pero fragmentariamente, de las escenas soñadas. Y cuando se dejaban transcurrir 10 minutos o más, en 25 de 26 casos apenas se acordaban ya del contenido del sueño.
Dado este olvido tan rápido, llama la atención la precisión y abundancia de detalles con que describen algunos psicoanalistas, comenzando por Freud, sus sueños y los de sus pacientes. Y es que suele suceder que sobre algunos recuerdos fragmentarios la imaginación rellena las lagunas, deformando a veces sustancialmente el verdadero contenido del ensueño.
Esto ocurre todavía en mayor medida cuando hay que referir el ensueño al psicoanalista. Whitman lo comprobó de la siguiente forma: el paciente refería el sueño a un médico en el momento de despertarse; después, al cabo de unos días, cuando debía visitar al psicoanalista se lo contaba a éste.
Entre el primer y el segundo relato existían considerables cambios: no sólo se habían olvidado detalles, sino que se adulteraba el contenido, sobre todo no manifestando algunos aspectos que el paciente juzgaba podían ser interpretados negativamente por el psicoanalista.
Este rápido olvido de lo soñado, así como la facilidad con que nuestra imaginación llena las lagunas de lo que recordamos, fueron señalados ya por autores anteriores a Freud. Jessen, por ejemplo, afirmaba:
Nuestro recuerdo de los sueños no es casi nunca exacto, pues cuando los evocamos en nuestra memoria los completamos involuntaria o inadvertidamente, llenando las lagunas de las imágenes oníricas.
Egger, por su parte, abundaba en este parecer: El olvido total de lo que se sueña no es grave, pero el olvido parcial es pérfido (…) pues uno está expuesto a completar con su imaginación los fragmentos incoherentes y desunidos facilitados por su recuerdo.