Lo más externo de esa observación es accesible al sentido común y a la propia experiencia. En lenguaje vulgar se habla de tres formas de dormir distintas a lo largo de las etapas del sueño: somnolencia, sueño profundo y sueño ligero en el que se está presto a despertar.
La investigación científica ha matizado y explicado esa creencia vulgar describiendo los cambios que suceden en las diferentes etapas del sueño a la distribución de éstas a lo largo de la noche. Lo que ocurre es mucho más complejo que lo que describe esa terminología vulgar y hoy se sabe que las oscilaciones son muy variadas.
En síntesis, cuando vamos a dormir, pasamos primero por una fase de modorra en la que los pensamientos comienzan a ir descontrolados de un lado para otro, una sensación agradable nos va invadiendo hasta que perdemos la conciencia de nosotros mismos y las ondas cerebrales se hacen lentas y amplias.
Estamos entrando en un sueño ligero y comienzan a aparecer los “husos del sueño” (ondas cerebrales con forma similar a un huso) cuya presencia va aumentando hasta que, al entrar en un sueño profundo, el cerebro produce ondas amplias y lentas. Hemos llegado a la fase de máximo descanso. A partir de ahora, esta evolución se repetirá varias veces cada vez menos profundamente hasta que nos despertamos.
Al mismo tiempo, cuando se duerme, el organismo experimenta un drástico cambio de comportamiento en las distintas etapas del sueño. En esa desconexión parcial que efectúa con el mundo exterior, las reacciones al medio se limitan al mínimo.
El movimiento es prácticamente nulo aunque, en contra de la creencia vulgar de que durante el sueño permanecemos inmóviles, se ha demostrado que nos movemos hacia diferentes posturas alrededor de diez veces durante la noche (varía según los individuos).
El tono muscular se relaja y disminuyen los reflejos espinales. Los cambios vegetativos más notables y más estudiados que ocurren, son el descenso de la presión sanguínea y la disminución de la frecuencia de los latidos del corazón y de los movimientos respiratorios.
Todos estos cambios tienen una significación reparadora del organismo, pero no se mantienen iguales a lo largo de la noche, sino que, al igual que ocurre con la actividad mental, van siendo diferentes según una serie de etapas por las que pasamos mientras dormimos.