El sueño y la conciencia: grados de conciencia

El sueño y la conciencia: grados de conciencia, muchos libros sobre psicología hablan del sueño como dormir en un capítulo dedicado a la conciencia porque en el estado de sueño por oposición al de vigilia, se produce un paso de un estado con un grado alto de conciencia a uno de conciencia disminuida.

Aparentemente, durante el sueño se produce una ausencia de la conciencia y ello ha aparejado una pregunta muy corriente en los tratados sobre psicología: ¿hasta qué punto hay conciencia durante el sueño?

En respuesta a esta cuestión los psicólogos han ido admitiendo una continuidad de la conciencia que alcanza su límite en el estado de coma previo a la muerte y han preferido hablar de grados de conciencia antes que de la desaparición de ésta porque, en verdad, mientras el individuo vive cerebralmente, ésta no se desvanece.

Ya hemos hablado del estado de alerta disminuido en el que el individuo permanece mientras duerme. De alguna forma es consciente de lo que ocurre a su alrededor y en el interior de su organismo, aunque duerma profundamente.

No hay que olvidar esto porque de ello podemos sacar la conclusión de que gran parte de lo necesario para conciliar el sueño depende de nosotros.

Y también porque de la frase de Schultz podemos sacar la oración contraria: llegar al sueño tiene también una necesidad de pasividad, lo cual se puede traducir por la dificultad que encuentran los que queriendo dormir no consiguen hacerlo, sencillamente porque lo quieren con tanta intensidad que están interfiriendo y obstaculizando un proceso que en verdad es más sencillo y natural.

En estos casos lo que ocurre es que se trata de un deseo demasiado ansioso de dormir y responde generalmente a un temor al insomnio. Nada peor que ésto para comenzar una noche.

Se puede resumir lo explicado sobre el por que dormimos, en la concurrencia de una serie de factores que conducen naturalmente al sueño. Tras el período de actividad que suele ocupar las dos terceras partes del día convencional, sobreviene una sensación de cansancio y una inapetencia por realizar cualquier acción que suponga esfuerzo físico o mental (hay quien tiene esa inapetencia desde el comienzo del día).

Si a ese cansancio no le oponemos una excitación o un interés por algo, lo más normal es que tendamos hacia el descanso. Interviene el sistema parasimpático y se retira el simpático con un predominio de las funciones reparadoras, cosa que, como se ha visto, sucede según un ritmo adaptativo y habitual con tendencia a permanecer constante.

Si a ello se unen las condiciones nerviosas entre las que hay que destacar la acción de los centros del sueño, podemos prepararnos para decir buenas noches y dormir a pierna suelta, hasta que el reloj fisiológico o ese otro más ruidoso con agujas nos indique que ha llegado la hora de levantarnos. Si alguna de esas condiciones falla, conseguir el sueño puede ser algo más problemático.