El sueño en las personas mayores


El sueño se arruga con la edad a partir de los 50. Además del envejecimiento normal, el sueño puede verse afectado por diversos factores, como enfermedades, medicación, cambios en el estilo de vida, pérdida de referencias sociales, etc.


Cuando aparecen problemas de sueño con la edad, hay que buscar una causa asociada que explique lo que ocurre. Las soluciones suelen limitarse a cambios en el estilo de vida, pero ciertas enfermedades asociadas requerirán un tratamiento especial.


A medida que envejecemos, el sueño cambia, tanto en términos de calidad como de ritmo.



El curso de la noche


El sueño sigue comprendiendo ciclos de unos 90 minutos, pero en general es más ligero, con más sueño ligero (fases 1 y 2) y menos sueño profundo (fases 3 y 4), es decir, hay menos ondas lentas registradas en el electroencefalograma durante el sueño.


El tiempo medio que se tarda en dormirse sigue siendo el de los veinteañeros, es decir, unos 20 minutos. Los despertares durante el sueño aumentan en número y duración, lo que contribuye a una disminución del tiempo de sueño real, mientras que el tiempo pasado en la cama permanece estable.


Se producen más cambios de fase, una mayor sensibilidad a los ruidos del entorno y una pérdida de la capacidad de regulación frente al frío o el calor excesivo; todos estos factores contribuyen a la percepción de un sueño interrumpido y de mala calidad, cuando en la mayoría de los casos este sueño es suficiente…


El sueño REM tiende a producirse más rápidamente después de quedarse dormido. Al final de cada ciclo, se perciben con más frecuencia los despertares, a veces con la sensación de estar completamente despierto.



El ritmo del sueño también cambia


El sueño tiende a adelantarse ligeramente por la noche. Las personas suelen dormirse antes y despertarse antes. La reducción del tiempo de sueño nocturno suele compensarse con una siesta al mediodía, que a menudo es necesaria. En consecuencia, el sueño de una persona mayor adquiere un aspecto polifásico, es decir, fragmentado por la noche, con una o varias siestas durante el día.



El papel de la luz y la actividad física


Este efecto del envejecimiento es más o menos marcado según las personas. Está ligado en gran medida a los cambios en el sistema que regula nuestros relojes internos.



  • Menor recepción de la luz: las personas mayores tienen peor visión. Las cataratas, frecuentes con la edad, reducen la cantidad de luz que llega a la retina. Los dolores artríticos y la fatiga pueden a veces comprometer las actividades al aire libre, reduciendo la exposición a la luz natural. Y sin embargo, la luz nos da una señal fundamental para sincronizar nuestros ritmos de sueño con nuestro horario social y ayudarnos a dormir por la noche.


  • Menos ejercicio físico y menos obligaciones sociales: Las personas mayores poco activas físicamente, que salen poco o, lo que es peor para sus ritmos, que suelen estar postradas en cama, tendrán un sueño aún más fragmentado y ligero y una somnolencia diurna asociada, con una necesidad mucho mayor de siestas.