El centro del sueño

El centro del sueño, en busca del activador del descanso

Las investigaciones realizadas por los neurofisiólogos en los últimos tiempos, muestran que en el sueño puede haber y hay un comportamiento activo porque la estimulación de un determinado centro del sueño (hipnógenos) del cerebro, lo desencadena.

Estos señores han concluido que hay, en distintos lugares de nuestro cerebro, unos centros que intervienen en la regulación del ritmo de vigilia-sueño.

Hay, según ellos, un centro del sueño u otro de la vigilia y se supone que existen otros centros que aseguran la coordinación entre ellos para una regulación conveniente del ciclo vigilia-sueño.

Sus trabajos son una base científica sólida que permite explicar el hecho de que el acceso al sueño supone algo de activo que depende, en gran medida, de nuestra voluntad y de la dirección de ésta.

El dormir no viene como algo dado ante lo que no tenemos nada que hacer, sino que intervienen en su aparición una serie de factores psíquicos entre los que es primordial el interés. Adquiere así un sentido muy real la frase, que puede resultar paradójica, de un investigador muy conocido, el doctor Schultz: “El sueño supone un pase activo a la pasividad“.

Con lo visto hasta aquí, podría parecer que las etapas del sueño es algo a lo que se accede de una manera pasiva, que se presenta o no se presenta y que viene y va con un ritmo más o menos inalterable.

De nuevo la observación común pone en entredicho esta suposición porque es sabido que se puede estar muy cansado y tumbado cómodamente en una cama dentro de una habitación a oscuras en ausencia de ruidos y, sin embargo, no poder dormir.

Por lo que cada uno sabe de su propia experiencia, hay en esa situación y en otras similares, un papel importante para el interés que tenemos en permanecer despiertos.

La espera de una llamada telefónica, el ruido de la llave en la puerta o el interés en solucionar un problema que se nos presenta inmediato, son suficientes para que el sueño no nos venza. También es cierto que podemos estar en la mejor de las situaciones queriendo dormir y, muchas veces, no podemos conseguirlo porque hay un descontrol de los pensamientos que cruzan nuestra mente y no podemos remediarlo o por cualquier otra causa.

En ambas surge la misma pregunta que las invalida como explicaciones suficientes: ¿quién es anterior: el huevo o la gallina? ¿es el sueño un estado por el que se produce una secreción hormonal o la disminución del riego sanguíneo, o son éstos últimos fenómenos los causantes del sueño, junto con el centro del sueño? .

Lo cierto es que no se ha encontrado nada seguro para aceptar esas teorías, como tampoco se ha hallado una sustancia que juegue un papel importante en la producción del sueño.

Los trabajos de investigación más recientes han dirigido la búsqueda de ese factor humoral responsable del sueño por entre el mismo sistema nervioso. Los resultados apuntan hacia unas células nerviosas (neuronas) distintas y presentes en diferentes zonas del sistema nervioso que serían responsables de la vigilia unas y del sueño otras.

Según estas teorías, el sueño serviría para la eliminación de estas sustancias. Un hecho palmario viene a contradecir la bondad de estas explicaciones. Todos sabemos que no hace falta dormir para eliminar la acumulación de esas sustancias. Basta con un período de reposo físico e intelectual para eliminar el cansancio que provocan. Hace falta relax, pero no necesariamente dormir, aunque el dormir, como grado máximo del descanso, sea la mejor forma de recuperarnos de las fatigas del trabajo.

Muchos otros elementos han sido considerados causantes del sueño: el colesterol, las hipnosxinas, etc. Una teoría conectada con la anterior descrita, la metabólica, trata de explicar el sueño como un estado producido por la acción de las sustancias generadas en el desarrollo de los fenómenos vitales.

Otra teoría, la hormonal, pretende la determinación del sueño por la secreción hormonal de las glándulas endocrinas y para la actividad de las hormonas. Esta observación es muy similar a la que hacen los que sostienen la teoría de la circulación cerebral cuando tratan de explicar el sueño por la disminución de la circulación sanguínea y la menor afluencia de sangre al cerebro.