Para que el estudio sobre el contenido de los sueños tenga valor no se puede limitar a unos cuantos casos, sino que han de ser numerosos. El que ahora referimos se basa en 10.000 sueños. El 35 % de las escenas soñadas implica movimiento (andar, correr, conducir, etc.); en otro 25 % la actitud del que sueña es más pasiva: observa, escucha, permanece de pie. Sólo en contadas ocasiones se sueña con el quehacer habitual.
El fisiólogo alemán Burdach afirmaba que en los sueños nunca se repite la vida diurna, con sus trabajos y placeres, sus alegrías y dolores; por el contrario, los sueños tienden a liberarnos de ellos.
En cuanto a los lugares donde se desarrollan los sueños, en un 15 % aparecen medios de locomoción: coche, autobús, avión, etc.; en un 10 % sitios de recreo (parques, clubs, museos); en el 35 % la propia casa, siendo la más habitual el cuarto de estar; en otro 10 % el campo; en el 12 % la calle y en el 8 % restante el lugar no es identificable o el que sueña no se percata de él.
En cuanto a las personas que intervienen en las escenas soñadas, los tantos por ciento son los siguientes: en un 15 % de los casos el que sueña es el único actor; en el 85 % restante aparecen otras personas —la media suele ser de otras dos— y en el 40 % de los casos son familiares del que sueña.
Por lo que respecta al contenido de los sueños, predominan los mismos asuntos que llenan la jornada: las preocupaciones habituales, los deseos y aspiraciones, los temores y ansiedades; pero también la satisfacción de logros que figuran entre las metas a conseguir constituye materia prima de los sueños.
No es de extrañar, por tanto, que el filósofo Maas afirmara: La experiencia confirma que el contenido más frecuente de nuestros sueños se halla constituido por aquellos asuntos sobre los que recaen nuestras más ardientes pasiones, lo cual indica que éstas tienen una influencia en la génesis de nuestros sueños. Esta opinión ya aparece en personajes de la Antigüedad.
Se cuenta que Jerjes quería iniciar la campaña de Grecia porque en sueños había visto clara su victoria.
Artabano, conocido onirocrítico, le hizo notar que en sueños cada uno ve lo que desea durante la vigilia, y que debía hacer más caso a sus consejeros que a los sueños.
Las emociones que se experimentan en los sueños son muy variadas, pero por lo general (58 %) predominan las de carácter desagradable (temor, ansiedad, angustia, enfado, pesar, etc.) y su proporción aumenta con los años; sólo un 29 % puede considerarse como agradable.
No es de extrañar que Hartman, filósofo de tendencia pesimista, dijera en su libro Filosofía del inconsciente: A los sueños pasan todos los cuidados de la vigilia y, en cambio, no sucede lo mismo con lo que puede reconciliar al hombre culto con la existencia: el goce científico y artístico.
Los hipertensos suelen soñar con más frecuencia escenas que entrañan violencia.
En los sueños se da lo que Freud denomina dramatización, es decir, se expresa en imágenes lo que en la vida corriente se suele decir hablando. Ahora bien, ¿cómo sueñan los ciegos de nacimiento? Lógicamente, como no tienen imágenes visuales, ni la forma ni el color les sirven como medio para el lenguaje onírico.
En ellos las imágenes visuales están sustituidas por las de los otros sentidos, en especial acústicas y táctiles, sentidos que —como es sabido— los ciegos desarrollan en alto grado.
¿Y los sordos de nacimiento? Estos, naturalmente, no disponen de imágenes acústicas, por lo que también sus sueños son sordos, pero las visuales adquieren mayor riqueza y colorido.
En los débiles mentales, la trama de sus sueños es muy simple. ¿Y en los psicóticos? A primera vista pudiera parecer que su psicosis debería revelarse de alguna manera en los sueños; sin embargo, en términos generales no sucede así. En todo caso, los esquizofrénicos suelen soñar, con objetos aislados, pendientes en el espacio e inmóviles.