Ciclos que nos afectan: ritmos del sueño
Ritmos del sueño, si el parasimpático estimula las actividades “reparadoras” del organismo, tales como la digestión o la asimilación, el simpático tiende a detener estos procesos y prepara el organismo para la actividad (atención insomnes: el problema acecha…).
Su misión es poner al organismo en situación de defensa y, bajo su acción, ocurren una serie de cambios fisiológicos que permiten al animal estar dispuesto a la acción y generan los ritmos del sueño.
Basta recordar lo que nos ocurre cuando esperamos una agresión para comprender algunos de esos cambios: respiración entrecortada y rápida, aceleración del pulso y aumento de la atención y la tensión.
Bajo la acción del parasimpático, todos esos procesos fisiológicos tienen un signo contrario y experimentamos una sensación de paz y tranquilidad junto a un respirar sosegado, un pulso lento, y un estar relajado.
Este sistema, el autónomo o vegetativo, tiende, a través de sus dos divisiones a ejercer un efecto sobre todo el organismo, dándole en cada momento un tono general, simpático o para- simpático.
Reguladas por esos sistemas, todas las funciones biológicas tienden a un ritmo constante y cualquier alteración de ese ritmo debida a nuestra voluntad -o ajena a ella- produce un desequilibrio orgánico cuyas consecuencias pueden ser graves.
Por supuesto, no todos esos ritmos pueden ser alterados a voluntad o serlo fácilmente. El hombre es demasiado estúpido y las condiciones en que se desenvuelve la vida demasiado difíciles como para que, si así ocurriera, nuestra existencia estuviese asegurada por muchos años.
Sin embargo, algunos ritmos como el del sueño-vigilia o el del comer sí que son alterables fácilmente. De ahí la facilidad con que jugamos con ellos.
Volviendo otra vez a coger hilo que ha quedado suelto, si no es el ritmo nictemeral el que realmente importa, sino ese reloj biológico que regula nuestro ciclo vigilia-sueño, no hay que despreciar esos ritmos que nos rodean.
Nuestros ritmos biológicos están relacionados con esos otros que hemos llamado cósmicos: los del día y de la noche, los climáticos y estacionales y los que dependen de los cambios de latitud o de altura. Esta relación es la de adaptación del individuo al medio.
Nuestro organismo adapta sus ritmos a los que le rodean, fundamentalmente, al nictemeral.