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El insomnio no es una fatalidad, se puede aprender a dormir bien.
El Insomnio. Son muchas las personas que se preguntan con escepticismo si tiene sentido hablar del sueño. El sueño, y por consiguiente también el insomnio, según ellos, no es tema que valga la pena. No se les ocurre nada al respecto. Para ellos, dormir es algo obvio y que hacen bien.
Una hora de sueño más o menos es para ellos lo mismo que tener más o menos apetito, estar de buen o mal humor. No controlan su sueño, no cuentan las horas ni se comparan al respecto con nadie. El sueño les resulta algo tan evidente como la digestión.
Pero para los demás —y su número es terriblemente grande y aumenta cada día— el sueño es todo un problema. No sabemos cómo dormir bien.
Son constantemente conscientes de que dormir les supone una dificultad. Se despiertan con la satisfacción masoquista de decir: ya sabía yo que no podría dormir y se van a la cama con la misma certidumbre, otra vez sin poder dormir bien.
El consejo que damos a los insomnes es, por tanto, el siguiente: justamente durante el día no debe usted ocuparse de su trastorno del sueño o problema de insomnio, sino todo lo contrario, es decir: buscar distracción del tema. Al respecto existen muchas posibilidades y de ellas nos ocuparemos con frecuencia en el curso de este blog. Quizá sirva aquí la simple comprobación de que el insomnio total no existe.
Todo enfermo de insomnio experimenta la aguda necesidad de dialogar, es decir intercambiar opiniones y experiencias acerca de su mal. Al hacerlo, con frecuencia no busca respuestas directas a sus dificultades, sino que intenta aclararse sobre sí mismo y su problema, al modo en que muchos enfermos, tras haber hablado con el médico, lo hacen consigo mismos, lo que a menudo surte mejores efectos que una medicina, pero siempre es importante hacerse la siguiente pregunta:
¿Cómo dormir bien? ¿Cómo es que duermo mal?
Inconscientemente o con intención, medita nuevas técnicas, medidas, medicamentos para el insomnio, pues se prepara para el no dormir bien. Tanto más, cuanto que por la mañana ya se sabe que será noche insomne, y por ello añade a las precauciones propias, con agradecimiento, lo que ha oído contar a otros.
Esto incluye también el intercambio de pastillas para dormir, para el Insomnio, que pedirá posteriormente al médico, en caso de que hayan sido útiles. Lo malo es que con frecuencia sirven al principio, pero por poco tiempo. Sólo mientras dura la esperanza del paciente en los efectos farmacológicos de tales remedios, cede su miedo ante la falta de sueño y disminuye su agarrotamiento psíquico.
Lo que ocurre es que confunde el efecto médico con su propia actitud positiva ante la cuestión del sueño. Ha vuelto a encontrar por algún tiempo su vieja confianza en su capacidad de dormir.
Pero ha sido con ayuda de un falso remedio para el insomnio, cuyos efectos se pierden pronto.
Y al cabo de una breve fase de inseguridad, que se manifiesta en una variable capacidad de sueño, el paciente vuelve al punto de partida de su problema.
Y es que la confianza en la propia capacidad de dormir, en el poder de descansar, es algo que no se adquiere con medicamentos, sino por la comprensión de las circunstancias que rodean el problema. Recuerde y hágase esta pregunta a menudo: ¿Cómo dormir bien?
El insomnio no es una fatalidad trágica y la capacidad de dormir se puede recobrar por medio de un proceso de aprendizaje continuo. O sea, que se puede aprender a dormir exactamente igual que se aprende a mantenerse en vela.
No hay enfermera de turno nocturno, ni maquinista de tren, piloto, médico, soldado ni participante en una expedición que no sepa velar. Y este proceso de aprendizaje se puede invertir: es aplicable también a la capacidad de dormir.
Es algo que se puede derivar y demostrar biológicamente de diversos modos y que se puede formular con gran exactitud del modo siguiente: el sueño es un proceso en cambio periódico y ligado al instinto, y dicho proceso, como el de otros instintos del hombre, es modificable dentro de ciertos límites, con ayuda de procesos de aprendizaje.
Vídeo titulado: TODO lo que aprendí sobre el INSOMNIO
El sueño como instinto para dormir bien
En otros dominios de la conducta instintiva del hombre, nuestra definición de una influencia por aprendizaje ejercida sobre los instintos es de más fácil comprensión. Por ejemplo, si lo hacemos extensivo al instinto de alimentación, esto significa: no hemos de comer justamente cuando tenemos hambre.
Podemos dominar el impulso a comer porque hemos aprendido a hacerlo. Y tampoco hemos de ceder a un impulso agresivo, sino que lo podemos dirigir, suprimir, o derivar hacia otros impulsos (transformarlo).
Lo mismo vale para el impulso sexual o para los instintos de peligro protección, o sea el llamado instinto de conservación. Pero esto, una vez más referido al impulso de sueño, significa que en el ser humano resulta una conducta dirigible por medio de procesos de aprendizaje. Y aquí y ahora intentaremos saber cómo dormir bien.
Tanto los zoólogos como los biólogos y antropólogos se han preguntado una y otra vez cómo es que los instintos e impulsos del hombre no tienen en éste el carácter de exclusividad imperativa, que los impone a todo, que poseen en los animales. Entre ellos, estos impulsos (de apareamiento, agresividad, caza y persecución, etc.) tienen un carácter dominante.
La explicación más convincente la ofrece Portmann con su concepto de nacimiento fisiológicamente prematuro en el ser humano. Esto hace que el hombre sea el ser vivo de instintos más débiles de la tierra. Si el embrión humano pasara por el mismo período de gestación que el de los otros mamíferos de la tierra, dicha gestación duraría dos años.
En tal caso, al nacer, los órganos de los sentidos estarían totalmente desarrollados, y el niño podría sentarse,
estar de pie y andar. Dominaría el mecanismo de su vejiga y podría hablar algo, lo que le permitiría abandonar el nido paterno de un salto, como un potro.
Pero como todo ello no es así, el período de postmadurez del ser humano debe completarse extrauterinamente, o sea, fuera de la matriz, lo que hace que el ser humano quede muy expuesto a los efectos del entorno durante un período en que éstos ejercen un alto influjo sobre él, y le condicionan por tanto fuertemente. Los instintos e impulsos, por todo ello, no pueden desarrollarse libres de la influencia del entorno, sino que quedan supeditados a la misma.
Así es como el ser humano pierde su ligazón imperativa a un patrón básico instintivo y se hace cosmopolita
Queda a merced de los influjos del ambiente, pero esto supone también que puede aprender. El desarrollo mayor del cerebro —que no se produce en los animales—corresponde a las posibilidades de influencia de nuestra capacidad de comprensión, que se da en los seres humanos, y ello de tal modo, que lo aprendido puede ser entendido intelectualmente y retenido como tal.
Expectativas de sueño equivocadas sobre cómo dormir bien.
Nuestras expectativas, con respecto al insomnio, o sea nuestras pretensiones de salud y de funcionamiento perfecto y sin dificultades del organismo, son abusivamente elevadas. Casi no existe terreno en que estemos dispuestos a hacer concesiones, y así nos parece algo inaguantable, por ejemplo, tener que soportar los dolores de cabeza, de modo que echamos mano de pastillas ante la menor indisposición que nos aqueje.
Es obvio que podemos llenar nuestro estómago en todo momento con cualquier alimento que nos agrade. No soportamos la sed, podemos protegernos del calor, del frío y de los peligros que nos amenazan, y el nivel de desarrollo de la técnica de nuestra civilización nos permite el inmenso lujo de dejar atrofiar nuestros instintos, que fueron desarrollados en nosotros para la lucha por la supervivencia.
Tenemos luz cuando la necesitamos, un techo seguro sobre la cabeza y al parecer el derecho a un sueño profundo y seguro que nos permitimos gracias a nuestras condiciones de vida, e incluso podemos comprar, según parece, en la farmacia, caso que nos falte.
De hecho, no hay animal que duerma tan profunda y seguramente como el ser humano, no hay animal que pueda permitirse tal sueño con garantías absolutas de descansar bien.
El neurofisiólogo JUNG ha planteado por ello la cuestión de si tales estadios de sueño profundo como los del hombre, de los que tan difícil es despertar, no son productos artificiales de nuestra civilización.
Porque tal profundidad de sueño sería extraordinariamente peligrosa para un ser que viviera en la naturaleza o para un ser humano tan desvalido como él. Esta es una experiencia de la que entiende todo el que ha pasado una guerra y ha tenido que re-aprender a adecuar su conducta instintiva de cómo dormir bien a los peligros de la noche y del contorno.
Pero nosotros nos alejamos conscientemente y a ojos vistas de la biología de nuestro organismo y de sus funciones básicas fisiológicas (hacemos de la noche día, nos movemos muy poco, comemos demasiado, nos rodeamos de estímulos ambientales), y apelamos iracundos a la medicina y a la farmacopea cuando nos vemos confrontados a las consecuencias de tal conducta errónea.
Recuerde, sobre el insomnio: si quiere saber cómo dormir bien, la respuesta está en usted mismo.